Recuerdo cuando enamorarse no implicaba actualizar una biografía, elegir cinco fotos estratégicas y responder a varias personas ¿Playa o montaña? ¿Frío o calor? como si la respuesta fuera a determinar el destino de mi vida amorosa. Hoy, el romance no empieza con miradas en el metro o en una cafetería, empieza con un swipe right y una conversación que se decae en menos de 48 horas. ¿Cómo hemos llegado aquí? me he preguntado todas las veces que, por impulso o aburrimiento, he vuelto a descargarme una de estas malditas aplicaciones.
Promesas vacías de amor
Estas aplicaciones nos prometen el amor al alcance de un clic, pero lo único que nos dan es un catálogo infinito de opciones, el eterno fear of missing out aplicado a las relaciones. ¿Y si hay alguien mejor? ¿Y si me conformo demasiado pronto? Hemos convertido el amor en una elección de menú en la que siempre nos guardamos el derecho de seguir mirando la carta.
Y así, entre citas que parecen entrevistas de trabajo y mensajes que se desvanecen sin rastro, nos acostumbramos a lo efímero. A las conversaciones que no llevan a nada, a los no estoy buscando nada serio de los que claramente están buscando algo, pero sin la responsabilidad emocional que implica. Nos acostumbramos tanto a la incertidumbre que ahora nos da miedo lo estable. Como si el amor de verdad, ese que no necesita juegos, fuera un idioma que hemos olvidado cómo hablar.
La paradoja de la disponibilidad
Antes, esperar una llamada era emocionante. Ahora, si alguien no responde en dos horas, asumimos lo peor. Vivimos en una era donde estamos siempre conectadas, pero las conexiones reales se sienten cada vez más raras. Queremos respuestas instantáneas, pero nos aterra la inmediatez de los sentimientos. ¿Cuándo fue la última vez que alguien te miró a los ojos en vez de a la pantalla?
Los estándares inalcanzables de las apps
En las apps, todos son aventureros, apasionados por viajar y emocionalmente disponibles… hasta que chocas con la realidad de los ghostings (de esto hablé en mi Podcast y si queréis hablo por aquí con más profundidad) y las conversaciones muertas. Nos venden la idea de que el amor es cuestión de encontrar el perfil correcto, pero la verdad es que las conexiones no se construyen con una bio ingeniosa o una foto en la playa. ¿Cuántos perfiles perfectos hemos visto y cuántas conexiones reales hemos sentido?
¿Hemos aprendido a usar las apps de la manera incorrecta?
Tal vez el problema no sean las apps en sí, sino la forma en que las usamos. Hemos convertido el amor en una transacción, en un juego de estrategias y validaciones instantáneas. ¿Y si en lugar de deslizar sin rumbo, dejáramos de buscar garantías y volviéramos a enamorarnos sin expectativas? Al final, el amor no es un algoritmo, sino una historia que se escribe sin guion.
Aunque (llamadme clásica o romántica de otra época) pero seguiré apoyando que dejemos de obsesionarnos con los matches acumulados y empecemos a levantar la vista de móvil y fijarnos en quién nos mira desde el otro lado de la barra, en una librería o en la cola de una cafetería. Porque el amor, el de verdad, no siempre llega con una notificación, sino en los momentos más inesperados.
En mis 20s x
Totalmente. En las apps todo el mundo es "la persona perfecta", cuando todos sabemos que nadie lo es. Creando unos estándares donde el inconformismo es el centro de nuestras relaciones porque siempre puede haber alquien mejor. Creo que es muy fácil esconderse detrás de una pantalla, pero a mi me sigue costando pensar que ahí es donde encontraré el amor y no, como dices, cruzando miradas en el metro o en una cafetería.
hasta hace poco empecé a usar esta aplicación y la verdad no puedo explicar en la inmensidad de palabras que me hacen pensar cada que leo estos artículos, comparto la opinión de esta realidad y no creo que haya mejor forma de transmitir el pensamiento