Si hablara de mí como hablo de mis amigas, probablemente sería muy feliz, pero si hablara a mis amigas cómo me hablo a mí, probablemente me bloquearían.
Porque cuando ellas me cuentan que un tío las ha tratado mal, no les digo igual estás exagerando. Cuando dudan de si son lo suficientemente guapas, listas o interesantes, no les suelto un bueno, a veces no eres fácil de querer. Y si se sintieran inseguras en el trabajo, jamás les recordaría todas las veces que han fallado.
Sin embargo, cuando se trata de mí… la historia cambia.
Si veo que alguien está pasando de mí, claramente es mi culpa, mi problema. Si me hacen dudar de mi buen o mal aspecto, ya estoy reprendiéndome por no haberme arreglado más y si dudan de mi intelecto, me siento mal por no haber leído o estudiado más sobre ese tema.
Nos pasamos la vida siendo nuestras peores críticas, como si llevar una voz interior cabrona fuera parte del manual de ser mujer y lo que necesitamos para ser mejores. Como si el amor propio tuviera que ser una meta y no el punto de partida. Como si no ser perfectas, fuera algo con lo que machacarnos cada día.
Hablamos de tenerse paciencia, aceptarse, ser nuestra mejor amiga y pocas veces lo llevamos a cabo. Pero, ¿qué pasaría si lo hiciéramos de verdad? Si en lugar de reprocharnos por cada fallo, nos habláramos como lo haríamos con alguien a quien queremos.
Si en vez de decir qué tonta he sido, nos dijéramos paciencia, estoy aprendiendo. Si al mirarnos al espejo no buscáramos defectos, sino todo lo que nos hace únicas. Si cada vez que sintiéramos que no somos suficientes, nos recordáramos lo lejos que hemos llegado. Porque es muy fácil encerrarnos en lo que hemos hecho mal y muy difícil celebrar todo lo que hacemos bien.
Así que quizá es momento de cambiar el guion.
De mirarnos con los mismos ojos con los que miramos a las demás. De aplaudirnos más, culparnos menos y tratarnos con la misma ternura con la que trataríamos a nuestra mejor amiga.
Si te cuesta, porque no estás acostumbrada y es cambiar de patrón de un momento a otro, imagina que estás hablando con tu yo de cinco años. ¿A qué no le dirías que se ve fea? ¿A qué no la llamarías tonta? ¿A qué no la culparías por nada? Pues esa niña de cinco años, eres tú unos años más tarde, así que tampoco lo hagas.
Porque al final del día, la persona con la que más hablamos es con nosotras mismas. Así que mejor que esa conversación sea bonita, que ya tenemos suficiente con vivir rodeadas de las criticas de los demás.
En mis 20s x
Leer esto ha sido como un abrazo🥹
No sabría explicar cómo me ha hecho sentir el leer esto😞💞