De Paris Hilton a Sofia Richie: la metamorfosis de la Cool Girl
De los excesos de los 2000s al lujo silencioso de los 2020s, el concepto de ser cool ha cambiado por completo.
Hubo una época en la que ser la cool girl significaba salir del coche con unas enormes gafas de sol, un latte de Starbucks en la mano y un mini bolso que, irónicamente, no cabía ni su móvil. Una época en la que las calles de Los Ángeles eran una pasarela involuntaria, con paparazzis esperando el próximo hot mess chic moment de Paris Hilton, Lindsay Lohan o Britney Spears y un escándalo era un accesorio más, como las plataformas de Juicy Couture o los glosses pegajosos de MAC.
Pero la cool girl ha evolucionado. Lo que antes era exceso, ahora es discreción; lo que antes eran flashes y escándalos en tabloid magazines, ahora son soft launches en Instagram y fotos en baja resolución en el feed de un paparazzi parisino. Antes llevaba un chándal rosa de terciopelo; ahora viste una blazer impecable con pantalones de lino y sandalias The Row. Y mientras en los 2000s ser cool era sinónimo de caos, en los 2020s la clave está en la exclusividad y la perfección medida al milímetro.
Hoy analizamos la transformación de este arquetipo a lo largo de dos décadas: del maximalismo descontrolado al quiet luxury, de las it-girls con gafas XXL y dramas públicos a las que venden un lifestyle inalcanzable.
Pero esto es solo la mitad del cuento. La segunda parte la tendréis este domingo en la columna digital de Serving The Latest, donde viajaremos a los 90s y 2010s. Así que os quiero a todas suscritas y listas para disfrutar del último día del finde con un repaso a las it girls de otra era con un café (un latte de Starbucks si eres más fan de los 2000s) o un matcha (si estás más en el clean style de los 2020s) en la mano.
Nos vemos en el pasado.
Los 2000s: El reinado del hot mess chic
Los 2000s fueron una época de excesos: brillos, low-rise jeans, gafas XXL y un frenesí mediático que convirtió a las it-girls en diosas del caos. Paris Hilton no inventó el bling, pero lo elevó a otro nivel. Vestidos metalizados, mini bolsos Dior Saddle, gafas de sol incluso de noche y un ejército de imitadoras que querían ser como ella. Junto a Nicole Richie, protagonizó The Simple Life, y aunque el reality prometía mostrar cómo dos niñas ricas intentaban sobrevivir en el mundo real, lo cierto es que ninguna parecía demasiado preocupada por encajar.
Lindsay Lohan, por su parte, representaba el epítome del celebrity drama: actriz, cantante, musa del escándalo y reina del uniforme it-girl de la época—minifaldas, botas UGG y el inevitable Starbucks en mano.
Britney Spears llevó mejor que nadie los crop tops, los pantalones de tiro bajo y los conjuntos total denim con Justin Timberlake—una imagen icónica que definió la década. Su estilo pasaba del popstar glam en el escenario al look de girl next door con sudaderas y gorros en su día a día, mientras los tabloides diseccionaban cada uno de sus movimientos.
Mientras tanto, si había alguien que rompía reglas en los 2000s, era Christina Aguilera. Su era Dirrty redefinió el “sexy sin disculpas” con pantalones de cuero de cintura baja, mechones de colores y bikinis combinados con pantalones cargo. Su estética no pedía permiso, y quizás por eso sigue siendo una de las más imitadas hoy.
Por último, en el lado opuesto del espectro, pero siendo igual de icónica, Hilary Duff, la chica buena con estilo preppy-Y2K, con minifaldas, diademas y polos de colores pastel que parecían sacados directamente de Lizzie McGuire.
Los 2020s: La era del lujo sin esfuerzo
Avanza rápido a 2020 y la cool girl ya no derrama su Starbucks saliendo de un club; ahora pide matcha latte con leche de soja, le da miedo la cancelación en TikTok y va a pilates. El escándalo ha dejado de ser un accesorio y la estética se ha vuelto más calculada. Si antes la cool girl era caótica y maximalista, ahora es minimalista y exclusiva.
Sofia Richie ha marcado un antes y un después en la moda de la cool girl de los 2020s. Su boda en la Riviera Francesa fue el punto de inflexión definitivo: Chanel vintage, vestidos de líneas simples, maquillaje ultra natural y una elegancia que parecía heredada, no aprendida. No es casualidad que la estética old money haya explotado tras su ascenso a it-girl definitiva. Su estilo se basa en piezas atemporales, colores neutros y cortes impecables. Nada en su armario parece improvisado, pero tampoco forzado. Trajes de lino, pantalones de vestir con jerséis de cashmere, faldas midi combinadas con mocasines, joyería discreta que nunca grita "lujo", pero lo respira en cada detalle y un aura de “soy millonaria desde la cuna y ni si quiera necesito presumirlo”.
Emma Chamberlain es la representación de la it-girl de la Gen Z: irreverente, auténtica y con un estilo que mezcla sin miedo lo vintage con lo nuevo. Pasó de grabar en su habitación con sudaderas oversized y moños despeinados a sentarse en primera fila de Louis Vuitton y Chanel, sin perder nunca la esencia. Su forma de vestir es una oda a lo inesperado: un blazer estructurado con zapatillas vintage, un vestido de diseñador con medias de rejilla, unos pantalones masculinos combinados con una camiseta rota. Todo en ella parece improvisado, pero su estilo es meticulosamente estudiado. Ha logrado que lo cool ya no sea parecer perfecta, sino parecer despreocupada mientras sigues dominando la escena.
Matilda Djerf ha elevado el minimalismo relajado a la categoría de aspiracional. Su pelo perfectamente despeinado es solo el principio de una estética que ha conquistado a toda una generación. A través de su marca, Djerf Avenue, ha impuesto el manual definitivo del Scandi Chic: pantalones anchos, blazers oversized, camisas de lino, tonos neutros y una imagen de frescura sin artificios. Lo que la hace destacar no es solo su ropa, sino la capacidad de vender un lifestyle: piel luminosa, outfits que parecen casuales pero están perfectamente equilibrados, una vida entre cafés perfectamente fotografiados y un feed de Instagram que grita "vida de ensueño en Estocolmo".
Por último, pero no menos importante viendo lo mucho que está triunfando: Sabrina Carpenter. Ella ha sabido darle un giro moderno a la estética coquette. Sus vestidos de inspiración romántica, los lazos en el pelo, las medias de encaje y los tonos pastel son un homenaje al glamour femenino más clásico, pero con un twist contemporáneo que la convierte en un icono pop del momento. Con su presencia en el escenario, su humor afilado y su dominio de la estética visual, ha demostrado que ser coquette no es sinónimo de dulzura pasiva, sino de confianza absoluta.
El viaje de la cool girl ha pasado de lo caótico a lo calculado. Si en los 2000s la clave era llamar la atención con logos y brillos, ahora el objetivo es dominar el arte de lo effortless. Pero la cool girl nunca desaparece, solo cambia de forma. De los brillos y el escándalo a la discreción medida, la esencia sigue siendo la misma: marcar el ritmo de una generación. Y cuando creíamos que lo habíamos visto todo, llega la siguiente musa para recordarnos que ser cool es, ante todo, saber reinventarse.
Os recuerdo que tendréis la segunda parte del artículo en el perfil de mi virtual bestie Serving The Latest. Nos vemos (o leemos) el próximo miércoles.
Bestiee 🩷✨
Obsesionada con esta primera entrega, has contado mi evolución fashionista de pies a cabeza on point. Esos iconos de la moda han definido mi lifestyle y, obvio, todas hemos soñado con sus outfits.
Leerte es como si VOGUE tuviera el toque de Carrie, y eso es oro puro ✨
Amiga, el listón quedó altísimo, como siempre ✨ El domingo seguimos con la parte 2 🤭
XOXO,
Tu amiga y lectora virtual
Amooooo