De becaria a burnout: el vértigo de ser adulta y no tener ni idea
Nadie te prepara para el vértigo de pasar de tomar apuntes en clase a fingir que sabes lo que haces delante de un jefe que ni te mira a los ojos.
Lo peor no es dejar de ser estudiante. Lo peor es que nadie te explica el plot twist: que pasar de ir clase a trabajar es como pasar de ver pelis románticas a vivir en un documental de supervivencia.
Un día estás en la biblioteca estudiando con café y dudas existenciales. Y al siguiente, te han metido en un Excel infernal donde cada error parece el fin del mundo y tu jefe te habla como si fueras Alexa.
Nadie te prepara para ese salto. Ese momento en el que dejas de tener horarios flexibles, siestas post-comida o la capacidad de desaparecer sin que a nadie le importe.
De repente, trabajas. Te pagan (poco), te exigen (mucho) y lo peor: sientes que no sabes hacer nada bien.
La impostora se instala contigo, no paga alquiler y te recuerda cada día que igual no eres tan buena como pensabas. Que quizá te contrataron por error. Que seguramente vayas a decepcionar a tus padres, a tu jefa y a ti. Pero te adelanto algo que te vendrá bien escuchar: nada de eso es verdad, aunque creas con todas tus fuerzas que sí.
★ Querías experiencia, toma trauma
Dicen que el primer trabajo es solo eso: el primero. Que hay que aguantar, que hay que aprender. Pero hay una diferencia importante entre adaptarte… y anularte.
Una cosa es equivocarse. Otra muy distinta es llorar en el baño, sentir ansiedad los domingos por la tarde o normalizar que te hablen mal porque es que el ambiente aquí es así.
No. No es así. O no debería serlo.
Hay entornos que, en vez de formarte, te deforman. Y aunque cueste aceptarlo, a veces el primer trabajo te enseña más sobre lo que no quieres que sobre lo que sí.
Aprendes a poner límites, a leer correos pasivo-agresivos como si fueran un nuevo dialecto, y a tener claro que ningún contrato justifica que te traten como si fueras prescindible.
No estamos aquí para ser las más buenas en todo, las más discretas, las que no molestan. Estamos para aprender, sí, pero también para crecer con dignidad. Para poner límites. Para decir: esto no me parece justo. Para defendernos sin miedo a parecer complicadas.
Nota: no quiero generalizar, no todos los trabajos son así. Espero que todas vuestras experiencias laborales sean increíbles y no os queráis ir.
★ La trampa de “tienes que aguantar”
Nos han vendido muy bien eso de que hay que esforzarse, darlo todo, ser la última en irse de la oficina. Que si no te rompes, no avanzas. Que si no te quemas, no brillas…
Mentira.
Puedes crecer sin dejarte la salud mental en el intento, ser buena en el trabajo sin sacrificar tu vida personal y puedes aprender a tu ritmo sin dejar que te falten al respeto.
¿Te vas a equivocar? Seguro, muchísimas veces.
¿Vas a sentir que no puedes? Claro, y más seguido de lo que piensas.
Y todo eso está bien, porque repito, estás aprendiendo, nadie nace sabiendo. Lo que no está bien, es que por ello, se sobrepasen contigo y te exijan más de lo que deberían. No tienes que ser perfecta en todo, y no hay ningún problema en pensar esto no me hace bien.
A veces, irte de un trabajo que te rompe, es la mejor elección. Y no significa que te has rendido, significa que te has elegido.
★ Adulting: nivel experto
Ser adulta joven (esa cosa rara que somos a los veintitantos) es aprender sobre la marcha a negociar, a decir que no, a irte cuando ya no te reconoces.
Y sí, cuesta y da mucho a miedo. Porque nos han enseñado a encajar, a gustar, a rendir… pero no a parar.
Así que si estás en esa fase de ansiedad, llorar en la ducha, revisar ofertas en LinkedIn para buscar una alternativa y preguntarte si todo esto es normal… te entiendo. Yo también he estado ahí. No estás loca. No estás fracasando. Solo estás creciendo.
Y aunque duela, crecer también es saber cuándo cerrar una puerta sin dejarte la dignidad atrapada dentro.
★ Lo bueno que (a veces) nadie te cuenta
Pero no todo es drama. De verdad.
Porque entre emails sin sentido y tareas absurdas, también hay primeras veces que te marcan.
La primera vez que cobras y te compras algo solo porque sí.
La primera vez que alguien te dice buen trabajo y sientes que ha valido la pena.
La primera vez que entiendes una reunión entera sin sentirte una infiltrada.
La primera vez que defiendes tu opinión y te escuchan.
A veces, sin darte cuenta, te descubres siendo más valiente, más firme, más tú.
Hay días en los que el trabajo te regala confianza, orgullo, y la sensación increíble de estar construyendo algo tuyo, aunque no sea perfecto.
Y sí, hay trabajos que sí forman. Que sí cuidan. Que sí respetan.
Donde te dan ganas de quedarte. Donde te das cuenta de que igual sí vales para esto. Que no eras un error en Recursos Humanos, sino una apuesta que está empezando a brillar.
No sé si esto le servirá a alguien, pero tras cuatro trabajos post-graduación de la uni y varias prácticas durante la carrera (me llaman culo inquieto y entiendo porqué, también es que me hago mayor), he aprendido una cosa, que a mi personalmente me sirve mucho de cara a decidir si debo o no continuar en un trabajo.
El trabajo es un triángulo con tres esquinas. Lo ideal es que se cumplan las tres: el trabajo en sí que haces en tu día a día, la cultura de la empresa y por último tus condiciones (salariales y de beneficios).
Si las tres se cumplen, ¡enhorabuena! Tienes tu trabajo soñado.
Sino (y esto es lo más común), ve a los sitios donde al menos dos se cumplan y puedan compensar a la tercera. Yo he estado en muchos trabajos donde la cultura y las condiciones ganaban al trabajo en sí, porque me lo pasaba bien cada día en la ofi y además podía pagar bien mi alquiler a fin de mes. Pero en el momento que en uno de esos trabajos ya nada compensaba y solo lloraba escondida cada día, me marché.
Es importante aprender que irte no es un fracaso, que tenemos muchísimos años de carrera por delante, que es imposible que seas tu mejor versión profesional si el domingo solo tienes ansiedad porque "mañana es lunes y toca ofi". El trabajo también hay que disfrutarlo de alguna forma y es importante para una misma hacerlo bien y ver que sí que eres capaz independientemente de lo que ese jefe (que es un imbécil) te dijo en su mal día.
Podría estar horas escribiendo sobre esto (la cultura empresarial es una de mis pasiones), pero gracias por este post y dar visibilidad a situaciones donde mucha gente se puede sentir un alien y pueden bloquearse al no saber cuál es el siguiente paso a dar.
Un abrazo para todas las que estés pasando por un momento un poco feo, os prometo que hay luz al final del camino ✨
Por desgracia, ya los jóvenes no nos enfrentamos solamente al burnout en las prácticas, sino a la falta de ellas o que tengan unas condiciones horribles.
Hablo desde mi experiencia actual, estoy terminando de estudiar marketing y haciendo prácticas no remuneradas en una empresa donde ya me han confirmado que no puedo quedarme por falta de presupuesto. A pesar de vivir en una ciudad grande y estar desde hace casi un mes en búsqueda activa, no hay manera de encontrar nada. Incluso mi jefa en mis últimas prácticas me ha comentado que ahora la situación con los becarios está bastante complicada.
Sabemos que las cosas van mal cuando las empresas ya ni becarios explotados quieren.